Historias de este tipo empiezan a leerse con cierta frecuencia. Primero fue la persona que vía chat le decía a su interlocutor que le estaba dando un ataque (y su interlocutor logró llamar a los servicios de urgencia a un continente de distancia y explicar la situación). En las versiones coloquiales, un ladrón fue detenido (atropellado segun dicen) por la comunidad a partir de mensajes de twitter. En Nueva Zelanda fue detenido por la policia un ladrón de un bar (quienes pusieron el video de su robo en facebook). En Chile un joven decidió suicidarse enfocando su cámara web a un árbol del que después se ahorcó (y mientras, le decía a su exnovia via chat "mira lo que voy a hacer"). En España un hombre monta un sitio web para pedir limosna (vía Paypal, para garantizar la seguridad de sus mecenas...). En Estados Unidos, un ladrón es arrestado por revisar su estado en Facebook (desde la residencia de su víctíma...)
La historia de las niñas no deja de ser graciosa, pero empieza a poner en evidencia que el mundo cambió. Y mucho...
El mejor comentario al respecto lo hace Terry Flew, un profesor de medios y comunicaciones en Australia quien señaló:
"Para estos niños, estar en Facebook es una parte tan profunda en sus vidas que parece ser la primera línea de respuesta si necesitan comunicar un mensaje a otros."
Su reflexión va más allá de las niñas. El deseo de comunicarse y la necesidad de estar conectados se evidencia ahora de forma tan marcada, que las nuevas herramientas de redes sociales se están conviertiendo en una adicción más que profunda. Ahora, la vida por fuera de la red se ha vuelto algo virtualmente imposible. Y qué mejor muestra que esta otra noticia:
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